Por Ximena Legorreta

El estrés puede definirse como cualquier situación que termine con el equilibrio entre un organismo vivo y su entorno.

El estrés, puede provenir de diversas fuentes:

El estrés impacta de manera directa nuestra habilidad para perder peso o para mantener un número saludable en la báscula.

Pero ¿por qué?

Nuestro sistema nervioso central se divide en el sistema simpático (el estado de estrés y alerta) y el parasimpático (el estado de relajación). 

El estrés no es malo en la proporción adecuada. Es un método de supervivencia y una reacción instintiva para reaccionar ante un peligro.

El problema es que en el mundo actual nuestro cuerpo se encuentra en un modo de estrés de manera crónica el cual impide a nuestro sistema nervioso central regresar al modo “relajado” y volver al equilibrio.

Este estado continuo de alerta desencadena comportamientos que suponen un reto para quienes buscan perder grasa corporal, tales como:

  • Comer por ansiedad (alimentación emocional)
  • Optar por comida rápida
  • Tener poca energía para ejercitarnos
  • Saltarse comidas por falta de tiempo o de organización
  • Dormir menos o de manera intermitente

Ahora, hablemos sobre la famosa hormona del estrés: el cortisol. Esta hormona de origen esteroideo no es la villana de la historia, de hecho, el no producir cortisol es una condición grave.

El cortisol es la respuesta de nuestro cuerpo hacia el estrés.

Es secretado por las glándulas adrenales y está asociada a la regulación de la presión arterial, a las funciones inmunológicas y antiinflamatorias, al metabolismo de los carbohidratos, y a la liberación de insulina.

El cortisol tiene un ciclo natural, donde tiende a estar más elevado por las mañanas y sus niveles comienzan a decaer conforme se acerca la noche. Una de las causas por las cuales despiertas por la mañana tiene que ver con los niveles de cortisol.

Si lo piensas, hace mucho sentido, necesitamos estar activos y más alertas durante el día y estar relajados y listos para dormir por la noche.

Entonces, no queremos ni mucho ni muy poco.

Queremos niveles adecuados de estrés en los tiempos correctos, porque este supone una adaptación y una mejora de nuestro organismo, lo que no queremos es que se vuelva crónico.

Las hormonas tienen comportamientos muy primitivos.

Imagina hace miles años cuando tenías que escapar de un tigre dientes de sable. La respuesta de supervivencia dictaba la liberación de cortisol que a su vez causaba la liberación de glucosa al flujo sanguíneo con el objetivo de que tuvieras la energía para escapar de esa situación de peligro.

Hoy no nos está persiguiendo un tigre, sino que estamos sentados atiborrados de trabajo tras un escritorio.

¿Entiendes el punto?

Esa “energía” que se libera al flujo sanguíneo ya no se utiliza para escapar, lo que ocasiona que se tenga que liberar insulina para regular los niveles y “almacenar”, a modo de grasa, la glucosa que no se utilizó.

Otro dato curioso sobre el comportamiento primitivo de esta hormona. Le gusta almacenar la grasa en la región abdominal y esto tiene su razón de ser: cuando hace muchos años la comida escaseaba por largos periodos de tiempo, el cortisol se encargaba de llevar grasa a esta zona como protección y calor a los órganos tan importantes que hay ahí.

Ante el estrés crónico nuestro cuerpo está de manera constante experimentando presión arterial alta, ritmo cardíaco elevado, una disminución en la función digestiva e inmunológica (ya que el cuerpo se encuentra ocupado “escapando del peligro”) por eso mucha gente experimenta desbalances en sus niveles de glucosa, pérdida de masa muscular, problemas digestivos, problemas de tiroides, pérdida de la densidad ósea, acumulación de grasa en la región abdominal, niveles de energía inestables y dificultades para dormir.

Y ahora, ¿qué podemos hacer para regular nuestros niveles de cortisol? Todo radica en cambios en el estilo de vida que nos regresen a ese estado de relajación: el sistema parasimpático

Yo aquí te dejo algunas estrategias:

  1. Planea tu día (define tus horarios)
  2. Prepara tus alimentos con anticipación
  3. Define una rutina para la hora de ir a dormir
  4. Incorpora sesiones de meditación, ejercicios de respiración o sesiones de estiramiento
  5. Practica yoga o tai chi
  6. Camina al aire libre
  7. Escucha música clásica
  8. Toma una ducha caliente
  9. Date un día de descanso: está bien no ir al gimnasio todos los días.
  10. Ten un hobbie artístico como dibujar
  11. Ve al spa por un masaje relajante
  12. Pasa tiempo con tus seres queridos y tus mascotas

El estrés es una cuestión de nuestro día a día y tenemos que aprender e implementar estrategias para mitigarlo. Si no nos damos el tiempo para cambiar nuestro estilo de vida, a lo largo de los años, el estrés pasará su factura desglosada en desbalances hormonales, enfermedades crónicas y sobrepeso.

Hay un dicho que dice: “Nunca es demasiado tarde”… a veces resulta que sí lo es.

Comienza hoy, un paso a la vez. Tú lo mereces.

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