Por: Ximena Legorreta

Lic. Químico en Alimentos, coach de Crossfit, acondicionamiento físico y nutrición. Aficionada y practicante de deportes

En Be Better constantemente te hablamos acerca de cómo formar buenos hábitos, cómo empezar a mejorar tu salud y sobre cómo escoger mejores opciones sobre tu nutrición o tu entrenamiento. Pero así como las buenas costumbres se pueden volver buenos hábitos, lo mismo pasa con las malas. No estamos hablando de los malos hábitos como desvelarse viendo televisión o ser sedentarios. Hoy te hablaremos específicamente de uno, se esconde en el inconsciente y que fácilmente puedes pasar por alto. Las EXCUSAS.

Muchas veces no nos damos cuenta, pero empiezan como una bola de nieve, pequeña, inofensiva, pero conforme baja la montaña se vuelven enormes y avanzan con una fuerza imparable.

Ponerse excusas se puede transformar en un mal hábito, como una muletilla que no puedes quitarte hasta que haces conciencia de que la tienes. Pero cuando pasa el tiempo, se hace regular, y finalmente se vuelve algo que expresas en automático cuando quieres proponerte una nueva meta, especialmente cuando se trata de mejorar tu salud, están ahí, listas para impedirte que puedas cambiar.

“Es que no tengo tiempo”, “es que no tengo dinero”, “es que mi familia”, “es que mis amigos”, “es que fue mi cumpleaños”, “es que me fui de vacaciones”, “es que mi jefe”, “es que los clientes”, “es que tengo mucho estrés”, “es que nunca me enseñaron cómo”, “es que el cambio de horario”.

Recientemente, caminando en un parque vi a una mujer usando patines empujando una carriola con un bebé abordo. Lo primero que pensé fue: el que quiere hacer las cosas, encuentra la forma de hacerlas.

Es sencillo encontrar “razones” para postergar aquello que consideramos importante, pero que no hemos vuelto una prioridad en nuestras vidas, como asistir al gimnasio, preparar con anticipación nuestros alimentos, o cuidar nuestra higiene de sueño.

Pero, ¿por qué ponemos pretextos?, ¿cuál es la verdad oculta tras nuestras excusas?

Verdad #1: Tienes miedo de alejarte de tu zona de confort.

Para generar cambios tienes que tomar acciones que te resultan nuevas, desconocidas y muchas veces, incómodas. Siempre será más fácil hacer las cosas a las cuales ya estás acostumbrado, ya que el cerebro prefiere evitarse la molestia de tomar decisiones y aprender algo nuevo. Así que debes luchar en contra de tu propia naturaleza. Cuando por fin te atrevas a asistir a la clase muestra de baile que tanto has postergado por pena a hacer el ridículo, y veas que no sólo lo lograste, sino que también te divertiste, sentirás mucha satisfacción y habrás ganado confianza en ti mismo.

Verdad #2: Es más fácil decir no puedo a no quiero.

Decir “no puedo” traslada la responsabilidad a un agente externo, mientras decir “no quiero” te hace protagonista de tus elecciones. NO QUIERES hacerte responsable (consciente o inconscientemente). Al sentirte incapaz de tomar control sobre tus prioridades, buscas un agente externo que cargue con el peso de tu negligencia y/o falta de organización. Transferir la culpa a estos agentes externos, los famosos pretextos, es engañarte a ti mismo, y si bien hay momentos en tu vida por donde realmente atraviesas momentos difíciles, muchas veces, en circunstancias normales, está en tus manos tomar el paso y hacer el cambio. Te invito a adoptar una actitud donde veas “cómo sí puedes lograr las cosas, en lugar de por qué no puedes hacerlas”.

Verdad #3: No quieres fracasar.

No existe la perfección, el fracaso es parte de la vida. La diferencia está en entender el fracaso no como una falla, sino como una forma de aprendizaje. Fallar simplemente significa que las cosas no salieron como lo esperabas y hay que hacer algunos ajustes y persistir en el camino. Si no aprendes a ser flexible y a continuar a pesar de las circunstancias, te estás orillando a una vida llena de frustraciones e infelicidad. Equivocarse es la manera en la que aprendemos y practicamos, ya sea una nueva habilidad o un nuevo hábito, debemos estar dispuestos a tropezar, navegar la dificultad y así estar mejor preparados para el próximo intento.

Verdad #4: No tienes un objetivo claro y alcanzable.

Si tu objetivo es muy ambiguo o demasiado ambicioso, fácilmente encontrarás una excusa para no dar el primer paso. Por ejemplo, hay diferencia entre decir: quiero perder peso a decir: voy a perder 3 kilos en 3 meses. O si eres nuevo en el deporte, no te recomendaría inscribirte en un triatlón, sería más adecuado que comenzaras a correr y tu objetivo sea una carrera de 5K. Con esto no quiero decir que no debas tener objetivos grandes, simplemente hay que “desmenuzarlos” en objetivos que empaten más con tus circunstancias y que puedas ir acumulando pequeños logros que te impulsen y motiven a seguir persiguiendo objetivos más elaborados. Y si en la búsqueda de ese objetivo te equivocas, no importa, sé humilde, perdónate y continúa.

Verdad #5: Te comparas con otros.

Basas tus progresos en base a los resultados de alguien más, cuando la única comparación que deberías hacer es contigo y buscar ser mejor cada día. La persecución de la mejora continua siempre debe hacerse desde un espacio de aceptación de lo que hoy eres y no desde un espacio de juicio y de rechazo. Cada quién vive en circunstancias y retos diferentes. Invierte tanto tu tiempo como tu energía en identificar tus fortalezas, así como tus áreas de oportunidad para trabajar, así, en una mejor versión de ti.

Verdad #6: Piensas que no tienes los recursos necesarios.

Ya sean recursos económicos, la edad adecuada o el tiempo, continuamente piensas que cuando tengas “ese algo” entonces será el momento adecuado para comenzar. La realidad es que no existe el momento perfecto, y no necesitas demasiado para hacer cambios. Basta con decidirte a salir a caminar 15 minutos todos los días, incluir una porción grande de vegetales y no desvelarte viendo tu teléfono. Para esto no requieres dinero, ni una edad específica ni demasiado tiempo. Siempre se puede hacer algo.

Verdad #7: Quieres controlar lo incontrolable.

Hay muchas cosas que no puedes cambiar: tu horario de trabajo, la hora a la que entran tus hijos a la escuela, si tu coach preferido no da clases a la hora que tú puedes, el lugar al que tu amigo decide salir a cenar cuando te invita. Luchar constantemente para controlar lo que no está en tus manos es una causa perdida y una lucha que te causará mucha infelicidad. Concéntrate, en cambio, en lo que sí puedes cambiar: Reducir las horas que ves el teléfono o la televisión, poner tu alarma una hora antes para alcanzar a ir al gimnasio, beber más agua, elegir lo más apropiado en un menú, leer un libro, decir “no, gracias” cuando sabes que algo no está alineado con tus prioridades. Poner atención sobre lo que puedes controlar se vuelve un hábito y pronto dejarás de preocuparte por lo que no está en tus manos.

Verdad #8: No eres consciente.

Pon atención en lo que haces, no te vuelvas una máquina que hace las cosas por inercia y sin pensarlo. Razona las causas acerca de por qué y cómo haces las cosas. Si quieres dejar de un lado los pretextos, primero observa y analiza, y adopta una actitud proactiva para cambiarlo.

Verdad #9: Eres demasiado permisivo contigo mismo.

En la búsqueda por ser disciplinado tienes  que establecer acuerdos contigo mismo. En base a tus objetivos determina qué aspectos serán NO negociables y cúmplelos. Como dice Ryan Holliday, “No hace falta ser duro, ponte estándares altos pero no imposibles”. Si ya te comprometiste a entrenar 2 veces por semana, qué importa si está más frío o no estás motivado: CUMPLE. Basta ya de estarte autocompadeciendo. Ten el coraje suficiente, levántate y has lo que te toca hacer.

Cambiar de hábitos implica cambiar comportamientos, y esto es una labor difícil. Sin duda hay que estar dispuesto a poner el tiempo y el esfuerzo. Ser consistente y disciplinado no es algo con lo que se nace, es una habilidad que se desarrolla, y como en todo, para dominar algo hay que practicarlo todos los días.

Te sugiero que te tomes unos minutos para crear una lista de prioridades, establece objetivos (específicos, medibles, alcanzables) y define una estrategia. No quieras cambiar todo al mismo tiempo, elige lo más relevante, lo que cause mayor impacto. Sé flexible, la vida se va a interponer en tus planes de una u otra forma, no renuncies, ajusta y continúa.

Si estás buscando mejorar tu estilo de vida, no pienses en hacer una dieta demasiado restrictiva, en ir 7 días de la semana al gimnasio, en beber 3 litros de agua, en comprar todo el kit de suplementación, en eliminar de tajo el alcohol y dejar de asistir a todos los eventos sociales. Esto te resultará abrumador y te dejará en una postura vulnerable para encontrar una y mil razones por las cuales no puedes cambiar de hábitos. Mejor piensa en reducir tu ingesta de productos procesados, incluir proteína y vegetales, en salir a caminar 30 minutos todos los días y en mejorar tu ingesta de agua. Estas 4 cosas suenan mucho más alcanzables y tienen un gran impacto sobre tu salud. Cuando te sientas listo incluye algo extra a la lista, o agrega mayor complejidad, por ejemplo, caminar 1 hora al día o incorporar un entrenamiento de fuerza 2 veces por semana.

Bien dicen que la práctica (y la consciencia) hace al maestro, así que, si continuamente pones excusas te volverás un experto en ello, lo harás con tal naturalidad que dejarás de notarlo. Además, cada vez que pones una excusa para no hacer algo, te estás robando una oportunidad de demostrarte a ti mismo que puedes tener éxito. Estás limitando tu potencial y tu crecimiento, al tiempo que destruyes tu habilidad de generar progreso.

Somos los únicos responsables de nuestra salud, nadie ni nada hará el trabajo por nosotros. NO MÁS EXCUSAS. ¿Por dónde vas a empezar hoy?

Leave a Comment